El Manto del Maestro



Muchos de ustedes tal vez se pregunten, ¿por qué este blog se llama El Manto del Maestro? Este blog nació en el corazón de un siervo de Dios y está inspirado en una de las más bellas historias de amor que nos presenta la Biblia, y que he tenido la oportunidad de vivir en carne propia, en mi realidad y contexto.

Este hermoso pasaje se encuentra en el Evangelio de Lucas 8, versículos del 42-48, y describe a Jesús caminando, durante Su tiempo de popularidad, al decir: “…Y mientras iba, la multitud le oprimía”. Lucas 8:42 (RVR1960)

Después de salir del territorio de los Gadarenos, de vuelta a Su ciudad base, Jesús fue recibido por una multitud que lo esperaba. Aquí entra en escena un hombre llamado Jairo, descrito como un principal de la sinagoga local, quien vino a Su encuentro para pedirle que hiciera un milagro con su hija que estaba muriendo. El pasaje que me inspiró a crear y nombrar el blog, narra lo sucedido mientras Jesús iba de camino a casa de Jairo. En ese trayecto, una interrupción maravillosa iba a presentarse. En este día, si tú crees en el Maestro, Él también puede intervenir en tu vida para hacer algo maravilloso contigo.

“Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada…” Lucas 8:43 (RVR1960)

¿Cuántos de nosotros hemos pasado por momentos como aquella mujer, que había venido luchando por varios años con una enfermedad? Me imagino la condición de la mujer, pues no se trataba de una enfermedad simple y común. En el contexto social de aquella época, el tener una enfermedad de este tipo, convertía a la mujer en impura, por lo tanto, excluida en la sociedad. Además, cuán frustrada debe haberse sentido ella al haber gastado absolutamente todo lo que poseía sin lograr alcanzar una cura. Ahora yo me pregunto, ¿cuál es el problema que hoy te aqueja? ¿Con qué adicción luchas? ¿Qué defecto de carácter tienes, que constantemente te mete en problemas? ¿Qué es lo que te impide vivir a plenitud? Muchos de nosotros hemos vivido diferentes situaciones que nos han llevado a sentirnos como aquella mujer. No solamente enfermos físicamente, sino emocional y espiritualmente. Hemos intentado en muchas ocasiones solucionar esas afecciones físicas, del alma y del espíritu en nuestras fuerzas, logrando únicamente sentirnos frustrados. Hemos gastado fuerzas, energías e incluso dinero para lograr ser libres, sentirnos sanos y poder disfrutar la vida. Pero muchas veces, ni los médicos más destacados, ni los psicólogos más entendidos, ni los psiquiatras más prestigiosos pueden curar de raíz aquel dolor que viene de lo profundo del alma. Únicamente el Doctor de Doctores, el especialista en sanar corazones, es capaz de tomar nuestras piezas rotas y despojos, para convertirlas en una impresionante obra de arte.

Volviendo a la historia, el relato continúa diciendo que aquella mujer …se le acercó por detrás y tocó el borde de Su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre”. Lucas 8:44 (RVR1960)

Vale la pena un énfasis especial en este pequeño versículo. Volviendo al contexto cultural e histórico de la época, las mujeres y hombres considerados impuros no podían vivir dentro del pueblo. Eran rechazados y tal vez hoy tú, también, a pesar de estar rodeado de gente, te sientes de esa manera. Pero, aquí hay algo bastante importante: vemos que aquella mujer hizo todo cuanto estuvo a su alcance para llegar hasta el Maestro. Y de hecho, vemos repetida esta “actitud” de la mujer en varios de los milagros que Jesús hizo y que nos narra la Escritura.

Vemos a personas enfermas, que habían intentado librarse de todo ese dolor, de sus demonios, de tantas cosas que les agobiaban, que llegaron a un punto en que hicieron todo lo que estuvo a su alcance para obtener la sanidad por parte de Jesús, porque no tenían absolutamente nada más que perder. Tal es así, que a aquella mujer no le importó la posibilidad de ser apedreada, y con razón en vista de la Ley de la época; tampoco le interesó lo que la gente le pudo haber dicho; al final, y luego de haberlo intentado todo, su esperanza y su fe quedaron definitivamente puestas en Jesús. Ella estaba convencida de que, SI TAN SOLO tocase el manto del Maestro, sería sana. Y el relato nos confirma que estaba en lo correcto, pues fue sana al instante, después de haber tocado el manto. Los versículos 45 y 46, nos permiten apreciar que El Maestro preguntó quién lo había tocado, pues Él sabía que había salido poder de Él. La multitud era tan grande que era imposible saberlo; de hecho Sus discípulos quedaron sorprendidos por la pregunta del Maestro, al encontrarse rodeados de una gran muchedumbre, que caminaba compacta, entre apretujones, rodeando a Jesús.

La historia continúa y nos cuenta: “Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a Sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y Él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz”. Lucas 8:47-48 (RVR1960)

El temor que ella experimentaba era entendible; después de todo, ¿cuántos de nosotros nos hemos sentido igual alguna vez, pensando que Dios nos va a rechazar a causa de nuestros errores, pecados y desaciertos? Y para contrarrestar este temor, ¿cuántas veces hemos creído que debemos o que podemos hacer algo para ser dignos de Su amor, perdón, compasión y misericordia? Pero esta mujer, después de todo lo que había pasado, entendió que solo podía postrarse delante del Maestro, inclinar y humillar su corazón, reconocer su condición y necesidad. Finalmente, entendió que el único que podía transformar su destino, era Jesús. Y el Maestro, en Su infinito amor, no le reclamó ni le reprochó acerca de sus pecados, errores o cualquier cosa que había hecho; por el contrario, exaltó la grandeza de su fe, la cual se convirtió en el motivo de su salvación. Me encanta ver en los evangelios cuando se relatan casos de personas que van en busca de sanidad y se encuentran con Jesús respondiéndoles: “eres salvo”, pues Él sabía que su verdadera enfermedad se origina en el interior. Estas personas, así como muchos de nosotros, viven muchas veces cautivas del dolor y la opresión. Necesitamos pues, ser sanados de adentro hacia afuera. Precisamos de la fe de aquella mujer que no solo alcanzó sanidad de su enfermedad física, sino que también consiguió la salvación de su alma.

Es tiempo de animarnos a tomar esa misma actitud. A reconocer que por nuestras propias fuerzas no podemos hacer nada y que muchas veces, de hecho, a causa de acciones guiadas por nuestra desesperación, solo terminamos empeorando las cosas. Dejemos de confiar en nuestras propias fuerzas y permitamos que nuestro Padre, Aquel que nos creó y nos conoce desde antes de la fundación del mundo, intervenga de manera poderosa y contundente en nuestras vidas. Porque Él es el único que te conoce tan profundamente, que incluso sabe cuántos cabellos tienes en tu cabeza. La extensión del conocimiento que Él tiene de ti, le permite saber y entender plenamente cuánto te afecta ese dolor, adicción o carga con la que luchas y que día a día te está robando la vida. Hagamos todo cuanto está en nuestras manos para acercarnos al Maestro. Que nada nos lo impida; que no importe lo que nos puedan decir, ni el estridente ruido de las voces que nos gritan alrededor diciendo que no lograremos ser libres, felices, y restaurar nuestras vidas. Acerquémonos a Dios con un corazón humillado, permitamos que nuestro corazón se postre delante de Él. Reconozcamos nuestras limitaciones y entreguémonos a la fe en Jesús, pues Él es el autor y consumador de la fe, y solo Él puede cambiar tu destino. Piensa en cómo tu vida puede dar un giro de 180 grados SI TAN SOLO vienes con un corazón contrito y humillado, con la fe de aquella mujer, y te acercas a tocar El Manto del Maestro.

Yo he experimentado en carne propia una situación así; sé cuánto duele y el sufrimiento que se percibe al sentirse perdido y sin esperanza. Por la Gracia y Misericordia de Dios, yo pude venir en la misma condición que aquella mujer, con un corazón roto en mil pedazos a rendirme a los pies del Maestro y hallar sanidad. Como a aquella mujer, el Maestro me permitió ser libre, sano y salvo. Es por esta razón que hoy comparto esta historia. Me identifico tanto con ella y puedo, como muchos otros, dar fe que Dios obra grandemente cuando vienes y lo buscas con la intencionalidad y la actitud de aquella mujer. Dios pudo restaurar todos mis pedazos rotos para crear algo hermoso y gracias a ello, hoy puedo compartir con ustedes en este blog; para que tú también tengas la oportunidad de hallar paz en los brazos de nuestro Padre Bueno. Quiero que sepas que Dios es experto en crear cosas maravillosas con nuestros pedazos rotos. Un poco de amor puede cambiar muchas cosas. Y Dios te ama, no tan solo con un poco de amor, sino en gran manera, con amor eterno, y por ello quiere hacer grandes cosas contigo.

El Manto del Maestro nació en mi corazón, con el afán de que aquellos que están en necesidad, que va más allá de lo físico o material, puedan recordar que acercándose confiadamente a los Pies del Señor a tocar Su manto, podrán experimentar la Mano poderosa de Dios en acción, para sanarlos y salvarlos.

Gloria sea a Dios







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