Medicina para salvar
¿Existe algún pasaje bíblico que cuente una historia parecida a la que vivimos hoy con el Coronavirus? ¿Será que la Palabra de Dios nos describió una situación semejante? El día de hoy quisiera contarles acerca de una historia increíble que está presente en el libro de Números. En el capítulo 21, versículos del 4 al 9, se habla de una plaga mortal, y me permito abordar esa historia para poder hacer un símil con lo que estamos viviendo en nuestros días.
“Comenzaron a hablar contra Dios y contra
Moisés: ¿Para qué nos trajeron ustedes de Egipto a morir en este desierto? ...’’
Números 21:5 (NVI)
Haber hablado contra Dios es una de esas cosas con las que yo, al menos,
me identifico. La queja es algo tan presente en nosotros; simplemente nunca
estamos del todo satisfechos y eso nos lleva a vivir anhelando y envidiando lo
que otros tienen. Tantas veces vemos situaciones en las que el corazón del
hombre está dominado por esa sed de tener más y más, mientras la vida
transcurre y ese corazón nunca halla satisfacción. El versículo nos revela
como, de igual manera, el pueblo escogido se quejaba de su Creador y de las autoridades.
Trayendo esto a un contexto presente, cabe preguntarse: ¿cuántos de nosotros
hemos hablado mal de nuestro presidente, alcaldes, asambleístas, ministros y
demás autoridades? ¿O de nuestros padres, hermanos, tíos, abuelos? ¿O quizá de
nuestros jefes? ¿Cuántos hemos hablado mal incluso de nuestros pastores,
hermanos en Cristo o líderes espirituales? ¿Cuántos estamos renegando de Dios
en estos momentos?
Esta triste realidad de la queja es algo que lastima profundamente el
corazón de Dios. Él se entristece al ver como el hombre, creado a su imagen y
semejanza, con profundo amor, nunca está conforme, a pesar de que, como está
escrito en Filipenses 4, la Palabra de Dios nos enseña que debemos aprender a
vivir en contentamiento. Pero cuántas veces hemos hecho caso omiso de esa
enseñanza y seguimos lacerando nuestro corazón con esa tóxica e insaciable
inconformidad. Como complemento a esto último, la palabra de Dios en una de las
cartas pastorales nos dice lo siguiente: “Así que, recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones,
súplicas y acciones de gracias por todos, especialmente por los
gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y
tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna’’. 1 Timoteo 2:1-2 (NVI). Este último versículo nos muestra
tan rotundamente la voluntad de Dios con respecto al asunto de la queja.
Claramente nos dice que debemos bendecir a nuestros gobernantes, lo que incluye
a cualquier autoridad que tengas en tu vida, en cualquier ámbito que te
encuentres. Comenzando por el hogar, honrando a tus padres. En el trabajo,
bendiciendo incluso a ese jefe que quizás te hace la vida imposible. También a
nuestras autoridades de gobierno, pues es Dios quien los ha puesto ahí. Alguno
de ustedes se ha preguntado: ¿y qué gano yo al hacer esto? Pues la respuesta es
que obtendremos paz, tranquilidad y la oportunidad de vivir una vida piadosa y
digna, porque así dice la Palabra.
Ahora bien, ¿qué sucede si no
tomamos esta actitud? Pues caeremos en la impaciencia, que es el mismo pecado
en que cayó el pueblo de Dios, según lo describe Números 21:4. Más allá de
que en tiempos complejos como estos, ciertamente
la paciencia es muy necesaria para afrontar las condiciones inciertas y
hostiles de un mundo exterior cambiado, la impaciencia es un reflejo de
desconfianza en el Señor. Y evidentemente, todo pecado tiene una consecuencia.
En el caso de la historia, fue una plaga mortal de serpientes venenosas que
mataron a muchos. Y ante esto último, algunos de ustedes se estarán
preguntando: ¿entonces, es acaso el coronavirus una plaga que Dios ha enviado
para castigarnos? Aunque puede ser muy tentador querer precipitarse a esa conclusión,
sería incorrecto hacerlo, puesto que va en contra de la naturaleza de Dios y en
contra de la verdad de que todo pecado, tiene su consecuencia. Debemos recordar
que el pecado original, que marcó a toda la humanidad, está relacionado con ese
afán insaciable de conocer más, saber más, de engrandecernos y llegar a ser
iguales a Dios, para poder prescindir de Él. Dios está observando de cerca todo
lo que está sucediendo en estos tiempos, y mientras mira con dolor la
consecuencia de la multitud de pecado y rebelión de una humanidad impaciente y
codiciosa, nos muestra el trabajo de restauración de la creación que Él está
llevando a cabo, la cual, a consecuencia de nuestro pecado, se encuentra dañada
y maltrecha.
La historia también nos lleva a
reflexionar sobre cuán común es ver al ser humano acercarse a Dios solamente en
los momentos complejos, cuando todo se volvió incontrolable y no queda más
esperanza que volver la atención a ese Dios, a quien muchos, en varias
ocasiones, hemos visto como el último recurso después de haberlo intentado
todo. Eso mismo le pasó en esta historia al pueblo de Dios cuando dijeron:
“Hemos pecado al hablar contra el Señor y contra ti. Ruégale
al Señor que nos quite esas serpientes’’. Números
21:7 (NVI)
Es más interesante aún pensar en
cuantas veces nos hemos acercado a Dios solamente porque queremos ver y recibir
esas proezas o milagros de sanidad, despreciando el principal regalo de
salvación, que es el más precioso tesoro eterno que el Señor nos ofrece por
gracia. Solo nos interesa estar sanos hoy, para inmediatamente volver a dar
rienda suelta a nuestros deleites y pasiones egoístas. Pero Dios es tan grande
en misericordia, que aun cuando Su pueblo muchas veces lo busca solo por querer
satisfacer sus afanes ególatras, siempre habrá un justo que clama e intercede
por el pecado, la iniquidad y la rebelión. En el caso de la historia, esa
persona era Moisés, quien se postró y se humilló ante Dios rindiendo su corazón
y clamando por ese pueblo afligido, pero sobre todo perdido. Una de las
verdades más hermosas de la Palabra de Dios, es que nos ha sido revelada para
que podamos aprender de los errores y desaciertos de quienes estuvieron antes
de nosotros. Así que te animo a que te acerques a Dios, no por interés egoísta,
sino para que puedas establecer y nutrir una relación íntima y real con el
único Dios que te conoce a la perfección. Es tiempo de que levantes tu clamor
sincero a Dios, para que esa voz se eleve a los cielos y sea escuchada por Él.
“El Señor le dijo: Hazte una serpiente, y ponla en una asta.
Todos los que sean mordidos y la miren vivirán. Moisés hizo una serpiente de
bronce y la puso en una asta. Los que eran mordidos miraban a la serpiente de
bronce y vivían’’. Números
21:8-9 (NVI)
Dios está presto a escuchar las peticiones de tu
corazón, y de la misma manera que respondió a Moisés, lo puede hacer hoy
contigo. Parece algo un tanto descabellado e incongruente la escena de una
serpiente de cobre en una asta como medio para que, quien haya sido picado por
una serpiente venenosa que trajo la plaga, al verla sea librado de la muerte,
ya que parecería que se trata de un amuleto, lo cual es algo que está
expresamente prohibido por Dios. Sin embargo, hay gran enseñanza en estos
versículos. Al igual que el efecto de muerte producido por esta plaga de
serpientes venenosas, hoy en día hay una enfermedad que igualmente tiene una
tasa de mortalidad extremadamente alta. Y aquí, de nuevo, quizá resulta
tentador pensar que estamos hablando del muy vigente
COVID-19. Pero en
realidad, la enfermedad de la cual hablo es el pecado; ese pecado que aparta de
Dios, que enferma el alma y el corazón y que lleva al hombre a la muerte
espiritual. Gracias a Dios que hoy en día, al igual que en la historia del
antiguo testamento, Él ha dispuesto una cura; un antídoto. En la historia,
aquellos picados por la serpiente que estaban condenados a muerte, podían ser
salvos al levantar la mirada a aquella serpiente de bronce atada a un poste. En
nuestros días, el regalo que tenemos es aún más grande, ya que tiene el poder
para salvarnos de la muerte eterna que resulta del pecado. Este regalo se llama
Jesucristo. Hoy en día, si levantamos nuestra mirada y fijamos nuestros ojos,
nuestro corazón y esperanza en el cordero que fue inmolado en esa cruz en el
calvario, encontraremos en Él la cura para esta enfermedad que nos trae la
muerte eterna. Solo Jesús puede cambiar
tu estado de muerte en vida. Y no importa si has vivido mucho tiempo enfermo
espiritualmente o apartado de tu Padre; no importa si muchos te han dicho que
ya no hay esperanza. Jesucristo te dice hoy: pon tus ojos en Mí, porque Yo soy
el Cordero perfecto y sin mancha que se entregó por ti, para cargar sobre Mí,
todo el precio de tu pecado, de manera que tú puedas vivir. Ese es el misterio
de la gracia; ese regalo increíble que te permite dejar de seguir viviendo en
esa condición en la que la muerte eterna acecha. Vuelve a poner tus ojos en
Jesús, el único capaz de resucitar muertos, de dar esperanza a los que un día
estuvieron cautivos, y de cambiar vidas, incluyendo la tuya.
Es tiempo de dejar la queja y de reemplazarla
con palabras de bendición para las autoridades en tu ámbito laboral, familiar y
social. Recuerda que solamente ahí podrás hallar tranquilidad y paz en medio de
estos tiempos que fácilmente pueden provocar impaciencia. Reconoce tus errores
y clama a Dios, quien de seguro inclinará Su oído a tu clamor. Recuerda que Él
te ha dado a Su hijo unigénito, para que no te pierdas en esa enfermedad del
pecado, y tengas vida eterna junto a tu Padre y Creador. Vuelve pues tus ojos
al Autor y Consumador de la gracia. Así, hallarás la vida y vida en abundancia
que Dios quiere darte.
Gloria sea a Dios
El manto del Maestro |
@elmantodelmaestro |
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